Translate

sábado, 15 de diciembre de 2007

Por la defensa de la causa de la justicia

Sábado, 15 diciembre 2007
Por Roldán Peniche Barrera


Los Mayas de Hoy, libro del Dr. Balam Pereira

Dice Stendhal que aquel que una vez ha sido sincero consigo mismo, lo será para siempre. Valga esta idea para definir al Dr. Gilberto Balam Pereira en una de sus vertientes. No se anda con tapujos mi querido amigo el doctor. Dice lo que hay que decir en el momento indicado y no se cuida de la crítica hueca y negativa de los burgueses que se sienten tocados por su pluma. Por la defensa de la causa de la justicia, padeció las de Caín en su larga estada en la Ciudad de México. Sufrió cárcel en Lecumberri y torturas más propias de San Pakomio y San Jerónimo, los martirizados beatos medievales con que nos acongoja Gómez Carrillo.


El sabio doctor Barrera Vásquez me dio a leer los libros que Balam Pereira escribió por esos días. Don Alfredo andaba indignado: “¡Se ha cometido una grave injusticia con este hombre!”, me decía. Cuando abandona la prisión, Balam Pereira retorna a Yucatán y prosigue, incólume, su cruzada contra la iniquidad y la brutalidad con que es golpeado el campesino maya.
Pero aquí no estamos para hacer el elogio de las virtudes del Dr. Balam Pereira (elogio que acaso incomodaría a la natural modestia de nuestro autor) sino el análisis, conciso si se quiere, de su reciente libro Los Mayas de Hoy, que sale a la luz bajo la prestigiada impronta de “Maldonado Editores del Mayab”.
Los Mayas de Hoy, lo he leído de un tirón. No hay renglón perdido en estos textos hechos con el corazón y la pasión de quien enarbola el lábaro de los vilipendiados, de los que carecen de comida, de educación y de la salud indispensable para poder subsistir en un medio erizado de obstáculos como lo es el campo maya.
El libro, redactado con la sencillez que postula Azorín, nos da pábulo para el comentario: ora alude al languidecimiento de la cultura maya, ora al esfumado Libro Sagrado de Xocén, ora memora la postrera plática del autor con el maestro Abreu Gómez, ora nos deslumbra con el milagro de la acupuntura maya...
Del Libro de Xocén nos hace la historia que es casi una página del Padre Brown buscando una aguja en un pajar. Sus hojas lloran sangre, lo que nos trae a colación aquella “soga del fin del mundo” enterrada en Uxmal en una inmensa caja de piedra. Dicen los que lo saben que unos curiosos la sacaron de la caja; cuando intentaron meterla de nuevo, devino tan larga que la cortaron y de la soga salió sangre. Esto de la sangre es harto común en la mitología maya y no olvidemos al perro de cera que se alimenta de sangre. En Xocén, pueblito de 800 almas, un viejo curandero le explicó a nuestro autor: “Es un libro cuyas hojas y letras lloran sangre a medida que lo lees, muy diferente a los libros de ustedes”.
El Dr. Balam, como buen yucateco, guarda bajo la manga un peculiar sentido del humor que explota en frases irónicas cuando menos se espera. Por ejemplo, dice que cuando el presidente Salinas supo que el Libro Sagrado de Xocén se había extraviado, “dio tarea a algunos desocupados burócratas para remover cielo, mar y tierra... para encontrar el sagrado libro de Xocén, y todavía lo siguen buscando”.
En su escrito sobre “La Xtabay”, el Dr. Balam se da gusto evidenciando su vena de narrador. En este punto es necesario advertir que a todo lo largo del libro, el autor se pule para regalarnos con un estilo literario que dramatiza los hechos y, desde luego, eleva la jerarquía de los textos. Aquí se nos traslada a una experiencia que entremezcla el sueño y la vigilia, la realidad y la ficción. “La Xtabay” es el gran personaje:
“- Ven - musita - libérame de estas ataduras con que me subyugan los siglos, tiempos de lágrimas y sangre, no puedo sola escapar a la humillación y martirios con que me han sometido los que se dicen amos.
“Sentí vehementes impulsos de correr hacia ella, estrecharla, liberarla de sus ataduras seculares.
“Comenzó a peinarse la cabellera negra sin moverse de la sombra. Pero algunos caminantes enfermos, agobiados, llamaron a mi puerta en ese instante”.
A otra parte, hemos de consignar el sugerente diálogo entre el autor y el maestro Abreu Gómez, ya cercano a la muerte. Al Dr. Balam no le parece el Canek soñador, romántico y poético que ha construido Abreu Gómez. Pero éste defiende a su personaje a brazo partido.
Y es claro, el personaje de Abreu Gómez es estrictamente literario, y aunque el héroe es real, no así su estilización que es más bien sentenciosa o como expresa nuestro autor, “romántica”. En las largas pláticas nocturnas en la Escuela de Bellas Artes del Estado, Juan de la Cabada me decía que prefería al Canek de la historia que al de la literatura. El Dr. Balam concluye de esta guisa la discusión, acaso bizantina, sobre el tema: “Le quise bien a través del tiempo, digo ahora de Ermilo, y también su poesía.
“El Canek de Abreu Gómez yacía callado, abandonado displicente en la silleta de la choza-habitación donde me alojaba a veces durante el trabajo de campo; allá por Valladolid. Estaba la obra entreabierta con un grabado de Beltrán a la vista cuyo número de edición no recuerdo”.
El mito de la diosa Ixtab me ha impresionado a través del tiempo. ya no es sólo el mito sino las realidades que giran en su derredor. Una centena de ahorcados anuales registran los archivos yucatanenses. Y la cifra va en aumento. El Dr. Balam, conocedor del asunto de profundis, usa aquí de sus poderes de narrador para entregarnos un estupendo cuento que ya envidiarían ciertos relatores locales que alardean de literatos.
El Dr. Balam, alerta siempre, no se permite dormitar como Homero en este relato ejemplar. El manejo de los diálogos, los cambios de planos y de tiempos, el monólogo interior, el sentido dramático desplazándose en el cuerpo de la historia...
El autor es hombre de oficio y sabe entreverarse con el lector.
Los escritos sobre los curanderos mayas descubren a un médico que ha tratado muy de cerca con los h-menes y con su maravillosa ciencia. Hacia 1991, el Dr. Balam me recomendó a un don Liborio, viejecillo que se hace llamar “botánico”. Vive (o vivió) en Halachó, la bendita tierra del laureado poeta D. Raúl Cáceres Carenzo, por el rumbo de Kuch Holoch (un pueblecito). Consulté con don Liborio recostado en una banca (el equivalente del diván del psiquiatra, salvo que nuestro terapeuta no fuma en pipa ni concierta citas por teléfono) mientras leía extraños textos en español, maya y latín. La sesión concluyó con una jícara de atole sin endulzar. Luego me dio unas hierbas de su jardín y me dijo muy seriamente; “Cuécelas y bébete el caldo. No comas huevo salcochado, ni carne de venado, ni de pavo de monte, ni de conejo. Ni bebas coca-cola mientras tomas la medicina”. Los honorarios de don Liborio fueron muy razonables.
¡Qué bueno que existan los curanderos! El campesino -como observa muy bien el Dr. Balam - no puede pagarse un médico profesional. Además, confían de corazón en el curandero, sabio perdido en el monte yucateco.
Hay tanto que decir de “Los Mayas de Yucatán” que acaso nunca concluiríamos. Me conformaré con citar el viaje por las estrellas del joven epiléptico, la cita de la lechucilla yucateca Xnuc (vieja) con su cauda de malos augurios, la acupuntura entre los mayas modernos, el dramático episodio de Sasil U‘ Comadrona Luna Llena que es de antología (aquí la realidad hace mofa de la ficción), el doble propósito de la marihuana, el llamado a la legalización de la droga, “El Viento de la Cueva”, ficción y realidad de lo mortal que pueden ser los murciélagos, hijos de Cama-Zodz, flagelo del Popol Vuh, y los crímenes del suburbio de Santiago, que algo tienen de Los Crímenes de la Calle Morge. Nosotros recordamos todos esos hechos truculentos y nos metimos de cuerpo entero en el relato del Dr. Balam, que es de alta escuela, ameno y de su tiempo.
Quiero repetirme insistiendo en que el libro del Dr. Balam lo he leído de un tirón, de una sentada, de una acostada en la hamaca. De entre tanta basura que hay allá afuera, este libro deja huella, despunta. Y es que se escriben hoy tantos libros prescindibles que, como quiere Alfonso Reyes. “Hay que darlos a la hoguera”. Mis parabienes al talentoso Dr. Balam Pereira, narrador, ensayista, polemista y asiduo colaborador de POR ESTO! y a Roxana Maldonado por imprimir el presente volumen.

No hay comentarios.: